Entrada personal, diez días sin Internet son muchos días…

Hoy, después de diez días sin Internet vuelvo a estar conectado, se podría decir que fueron unas vacaciones obligadas que no tenía pensado tomarme, pero buscando el lado positivo al problema tengo que reconocer que todo el tiempo que en teoría hubiera estado sentado delante del PC lo he pasado haciendo otro tipo de actividades  (todas ellas muy saludables), por lo tanto puedo decir que no hay mal que por bien no venga.

El problema se manifiesta el martes pasado cuando misteriosamente dejo de tener señal en el Router ADSL, hago la pertinente reclamación en el servicio técnico de mi ISP (o Proveedor de Servicios de Internet) y lo primero que me dicen es que haga un «reset» del  router que no soluciona el problema pero me hace perder todas las configuraciones que tenía guardadas en él (un mal menor). Me comentan amablemente que van a derivar el problema a los técnicos de nivel dos, y yo ingenuamente me preguntaba ¿cuantos niveles habrá?

Llamando un par de veces al día para saber que pasa se consumen los primeros días sin conexión, hasta que un técnico me cuenta que es un problema de  «La Central», posiblemente de cableado o de hardware, cuando cuelgo el teléfono me quedo unos minutos cabizbajo analizando la gravedad del problema, sobretodo si éste se encuentra en «La Central». Siguen pasando los días hasta que otro técnico me explica que es un problema de Telefónica, esto causa que mi pulso se acelere y mis manos tiemblen (si Telefónica está de por medio nada bueno debe ser).

En temas tecnológicos me considero una persona paciente y diplomática, pero el tono de mi voz se  ha vuelto cada vez más grave con el paso de los días. A principios de semana me llama un técnico de Telefónica para explicarme que  han cambiado el aislamiento del cableado pero el problema está en el hardware (aparentemente una tarjeta quemada),  algo poco común que solo me afecta a mi y que en toda su trayectoria como técnico solo ha visto en dos ocasiones y que tendrán que coordinar una revisión conjunta entre ambas empresas para solucionarlo, a esta altura me resigno tristemente a quedar desconectado de forma indefinida.

Pasan dos días más, vuelvo a llamar al ISP y me dicen que todavía no hay novedades, que debo ser paciente y que quizás mañana tengan una respuesta. Con el ánimo por los suelos y por puro masoquismo enciendo el router para certificar lo que me acaban de decir por teléfono pero asombrosamente veo que después de unos parpadeos extraños de los LEDS cambiando de ámbar a rojo, todos se quedan en verde. No doy crédito a mis ojos y mi cerebro me advierte que debe ser un error protegiéndome de la desilusión, configuro torpemente una vez más el router y  quince minutos después veo que las páginas se cargan una y otra vez sin problemas, emito un sonoro suspiro mirando al cielo y me pongo manos a la obra para reconfigurar la conexión tal cual como la tenía antes.

Más o menos así (y sin dramatismos) se resumen y se explican los últimos días desde mi desaparición de la vida online; por alguna razón tenía la sensación que las cuentas de correo, el blog y demás servicios online habrían explotado y desaparecido irremediablemente, pero para mi tranquilidad todo sigue igual, solo algunas noticias que me he perdido de publicar y poco más… Creo que no somos del todo conscientes de la dependencia que creamos alrededor de este mundo virtual y como nos ha ido absorbiendo poco a poco.

Todo esto me hizo recordar un episodio antiguo de Enjuto Mojamuto que podría entrar dentro de la categoría de documental, así que aprovecho para compartirlo.

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